Utopía [ocho años después]
Escribir sobre Utopía (2007), ocho años después, exige una gimnasia mental y corpórea,
Un ejercicio de re-pensamiento y re-ubicación de Utopía con respecto a un contexto
Posterior y actual.
Lo primero que viene –aparece– es la realidad de lo percibido,
La atmósfera envolvente, la luminosidad y transparencia de la obra
Ya no están, no existen en el ahora.
Las piezas posteriores son pesadas, se agarran a la tierra, a lo real, al aquí y ahora.
Como las piedras que he recogido y archivado
que me recuerdan de qué estoy hecha, qué soy.
Ya no sueñan utopías.
El cuerpo y el objeto cotidiano son mis coordenadas terrestres.
Las palabras dibujan los contornos fluidos del pensamiento.
Los ojos sirven para ver
Y las manos para coger y agarrar.
Ya no hay utopías.
Ya no alcanzo el espacio.
El blanco me es infinito.
El vacío me es inabarcable.
Utopía no tenía suelo ni esquinas ni gravedad.
La Sala Alterarte le otorgaba un aura irreproducible,
Una cápsula del tiempo, una nave espacial.
Una instalación conformada como archipiélago y atlas utópico.
Islas de cristal y de luz, escribí entonces, cuya ambición máxima es la de lograr que Utopía y topía se fundan en una sola realidad.
Los casi trescientos metros de cable eléctrico se amontonaban,
Se arrastraban o colgaban de paredes y suelo.
Se escapaban por las esquinas abiertas como corrientes de aire o
Corrientes de agua, corrientes continuas y alternas.
Eso sigue, las corrientes del pensamiento,
La sanguínea y la respiratoria.
Como también resiste
El deseo de inventar la utopía a cada instante.
Valencia, 18 de enero de 2015